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Tarjeta de visita de Gutiérrez Comunicación

Las nuevas “Redes” de la Política

Sinceramente, no creo que ni se pueden ni se deben establecer doctrinas ni normas cerradas acerca de la presencia de los políticos y la política en Internet, y más en concreto en las redes sociales. Considero que todavía es demasiado pronto para calcular este impacto, faltan herramientas que evalúen la importancia y la repercusión del mensaje político en la Red, y además creo que ésa es una tarea destinada a aquellos que tienen un conocimiento más profundo que nosotros de los nuevos y sociales tiempos de Internet.

Sí que puedo centrarme en mi experiencia estrictamente personal, ya no tanto como personaje público, aunque también. Quiero decir que intentaré explicar mi visión como una ciudadana más, como una usuaria que ha entendido las bondades (muchísimas) y las miserias (pocas) de la presencia en el mundo virtual más vanguardista.

En primer lugar creo que es necesario que la clase política asuma y entienda la forma en que han cambiado las reglas del juego en este comienzo del siglo XXI. Se podría decir que las revoluciones y los revolucionarios contemporáneos ya no se pueden encontrar en la calle, sino detrás de las pantallas y los teclados de los ordenadores, tal y como estamos viendo estos días en Túnez o Egipto, donde regímenes con décadas de existencia, que parecían inamovibles, están siendo puestos en la picota a golpe de SMS, Twitter y otras redes sociales.

La información ya no está agrupada, sino disgregada, dividida en nodos de influencia que la generan y al mismo tiempo la suministran, multiplicando un mismo mensaje con una eficacia sólo comparable al recorrido que puede alcanzar en la web.

Otro aspecto que debe conocer un político, además de la información y las formas en que ésta se transmite, es la participación. Y si la información ha cambiado, qué decir del concepto de participación, que se ha transformado  radicalmente respecto a como se entendía entre los 70 y los 90. Hoy en día ya no tienen casi sentido las tradicionales formas de participación, al menos en la forma en que todos las hemos conocido. Todas las formas de asociacionismo, tan trascendentales en momentos de nuestra historia reciente, han dejado de ser los principales protagonistas de las reivindicaciones sociales porque su alcance es mínimo comparado con la posibilidades que aporta el activismo en la Red.

Los políticos, y sobre todo los partidos, intentan adaptarse a los nuevos tiempos en la forma, pero no en el fondo, salvo honrosas excepciones. Tienen a disposición todo tipo de herramientas y recursos pero, como suele ser habitual, son gestionadas por unos pocos dentro de cada organización. No ha existido la preocupación por extender toda esa infraestructura a los militantes, simpatizantes o posibles votantes. Es una innovación de cara a la galería que casi siempre se queda en puro artificio.

Volviendo al tema de la información y su gestión, las organizaciones políticas han entendido hasta ahora la presencia en la Red sólo como una forma de establecer uno más de esos nodos de información de los que hablábamos, en torno a los cuales se establece luego todo el proceso comunicativo.

La realidad es que en unos cuantos años hemos pasado de unos pocos nodos a cientos, miles de nodos que de forma independiente generan su propia información, que tienen tanta audiencia o más que los nodos tradicionales, y que además, y esto es muy importante, se estructuran jerárquicamente mediante un sistema propio.

¿Por qué estos nodos, en forma de blogs, redes sociales o medios digitales en general tienen tanta importancia? Por la inmediatez del mensaje; por la capacidad de interaccionar con los lectores/usuarios; por su capacidad para que la información que generan pueda ser replicada de forma instantánea a cualquier otro sitio del mundo y cruce el planeta en cuestión de segundos; por su permanencia (siempre está disponible); por su escaso coste económico; por su accesibilidad……

Todo ello es “oro puro” para los políticos, quienes en muchas ocasiones vivimos al margen de lo que ocurre a nuestro alrededor y somos incapaces de detectar las verdaderas inquietudes y necesidades de los ciudadanos, a los que ahora tenemos al otro lado de la “ventana” virtual para pulsar su opinión y escuchar sus sugerencias y demandas.

Queda todavía por resolver los aspectos más formales con los que los políticos debemos abordar nuestra presencia en la Red; evitar el error de ser invasivos, molestos, con nuestros mensajes. Convertir nuestra imagen analógica en una identidad digital es un reto que todos tenemos en mente pero que muy pocos han sabido resolver con acierto, en un mundo aún por explorar que evoluciona casi a la misma rapidez que se “twittea” una opinión o un comentario.